Un Último Esfuerzo: Capítulos Finales

Un Último Esfuerzo: Capítulos Finales

2 September 2015 History & Mythology 2

Capítulo Veintidós

Al poco tiempo, llegaron a sus oídos las notas de una orquesta que tocaba en un baile. La celebración tendría lugar en una de las tantas casas particulares que ofrecían bailes esa temporada, y cerca de la casa encontró a varios grupos de personas, más de una con antifaces y algunas que, al pasar, le lanzaban burlas.
¡Cuán frecuentes y cuán dolorosos eran los contrastes que observaba en la vida! Aquella música, aquel alboroto, parecían burlarse de su pena, una mofa con la que la suerte lo hería al ver el estado de su espíritu, amargado tras la miserable escena que acababa de presenciar en su casa.
¡Su pobre hermana! ¿Y si había sufrido otro ataque? Y sin poder contar más que con la ayuda insuficiente de su hijo mayor, aún sin experiencia en estos casos.
No le fue fácil despertar al boticario, un conocido suyo que se levantó quejándose de la gente que se enferma en la madrugada, obligando a otros a interrumpir su sueño. A través de las celosías, el hombre pidió la receta y el frasco, se frotó los ojos y lanzó un bostezo, luego se tomó su tiempo para prepararlo. Don Hermenegildo pagó la cuenta y se despidió agradecido, comenzando a caminar con prisa, ansioso por administrar la primera dosis del preparado lo antes posible. De pronto se detuvo. Por la calle que cruzaba la que él transitaba, oyó risas y una voz que le pareció la de Lupita. La joven vivía muy cerca de allí. ¿Qué podía ser eso, y a esa hora?
Inmediatamente se escondió detrás de una ventana junto a la esquina, donde, gracias a las sombras que proyectaba la escasa luz del farol, pudo observar sin ser visto.
Aparecieron cuatro fiesteros enmascarados, conversando alegremente y sin disimular las voces, seguros de no estar en presencia de gente del baile. Aún se escuchaba la voz que había llamado la atención de don Hermenegildo.
Era ella, sin duda. Venía del baile y era de las últimas en retirarse. ¿Por qué lo había engañado? ¿Sería esa, acaso, la única noche que asistía a una fiesta semejante después de haberle prometido que no volvería a ir? En todo caso, ¿por qué no se lo hizo saber cuando decidió ir, como solía hacerlo?
El grupo dobló la esquina en dirección contraria a la de don Hermenegildo y poco después se detuvo frente a la casa de Lupita. Allí continuaron charlando un momento antes de que los demás se despidieran de ella y siguieran su camino.
Don Hermenegildo no se había movido de su sitio. De pie, con los brazos caídos, el frasco en una mano y la cabeza inclinada sobre el pecho, abrió desmesuradamente los ojos para mirar fijamente el lugar donde acababa de entrar la joven. Perdió la razón entre un mar de pensamientos, olvidando incluso la gravedad en que se encontraba su hermana.
No sabía cómo explicarse la conducta de Lupita, y se inclinaba más a creer que no era esa su única escapada. ¿Qué motivos tenía para ocultárselo?
Un nuevo personaje apareció en la escena: un joven que venía en la misma dirección que el grupo enmascarado y que desde la esquina echó una mirada en todas direcciones, como si buscara algo. Ya fuera por lo sigiloso de sus pasos o por la preocupación de don Hermenegildo, el recién llegado no delató su presencia sino hasta que estuvo a la vista.
La luz del farol iluminó los rasgos del recién llegado, y al reconocerlos, un estremecimiento convulsivo recorrió el cuerpo del solterón. ¿Qué buscaba Luis Robles allí?
Antes de que pudiera avanzar más en sus suposiciones, el joven se encaminó, en la misma dirección que habían tomado los enmascarados, caminando con cautela, como si intentara no hacer ruido.
¿Sería posible? ¿Acaso Lupita estaba esperando a Luis en la ventana y, sin haberse cansado de hablar en el baile, iban a iniciar otra conversación romántica? ¿Podía ser que ese conquistador sin conciencia, tan exitoso con las mujeres, viniera como el acaudalado dueño de rebaños de la parábola a arrebatarle el único cordero que él había logrado asegurarse?
El corazón le latía con desesperada violencia, le daba vueltas la cabeza y sentía que las fuerzas lo abandonaban.
Pero una esperanza vino a salvarlo de tan angustiosa situación. Tal vez Luis solo pasaba por allí; podría haber algún otro motivo que lo trajera a esa calle.
Luis Robles, sin embargo, se detuvo. Don Hermenegildo, conteniendo su agitada respiración, aguzó todos los sentidos para percibir lo mejor posible, y oyó el roce de la puerta. Poco después le pareció que esta se abría, aunque no podía ver nada con claridad. El joven desapareció por ella y todo quedó otra vez en absoluto silencio.
Clavado en la acera como una estatua, en aquella hora callada, en medio de aquella soledad y frente a la tremenda batalla de emociones que sufría, el desdichado no pensaba. Si el mundo se hubiera desplomado en ese momento, no habría podido ni levantar la cabeza para mirar. Un peso inmenso había caído sobre él, aniquilándolo.
Después, no pudo recordar lo que ocurrió durante aquella especie de imbecilidad.
Como si despertara de un sueño, de pronto se irguió, adoptando una actitud amenazante, recordó su desesperada situación y se hizo esta pregunta:
—Y yo, que no le he hecho daño a nadie, ¿por qué me tratan con tanta infamia?
Una oleada inmensa de odio, un odio profundo hacia la humanidad, inundó el corazón de aquel hombre tan sufrido. Él, incapaz de matar un insecto, habría dado el resto de su vida, todos los tesoros del mundo, por tener delante a los causantes de su desesperación, para que sus dedos crispados los atraparan por la garganta y los estrangulara con toda la furia de que era capaz.
De pronto, tomando una decisión, se dirigió con pasos agigantados a la casa de Lupita. Al llegar a la puerta por la que había entrado Luis Robles, le dio un fuerte golpe con el puño, e inmediatamente, como si solo hubiera querido llamar la atención para que lo oyeran mejor, lanzó con todas sus fuerzas un insulto a aquella mujer, una sola palabra tremenda que retumbó en la calle dentro del silencio de la noche . . . . . y echó a correr.

Capítulo Veintitrés
Eran alrededor de las nueve de la mañana cuando el doctor, para anunciar su llegada, tocó suavemente tres veces en la puerta de la casa de don Hermenegildo. Había ido a hacerle la visita a la hermana del soltero, y una vez terminada la revisión, el interrogatorio y la receta, se dio cuenta de que también tenía que atender al escribiente. Una fiebre intensa lo había atacado poco antes del amanecer.
Al considerar inusual encontrarlo en tal estado apenas unas horas después de haberlo visto aparentemente sano, la enferma, que estaba escuchando, exclamó:
—Tal vez el pobre salió sin abrigo a buscarlo para que viniera a verme y el sereno de la madrugada le hizo daño.
—Sí —dijo don Hermenegildo—. Eso es. Tiene que ser lo que dice mi hermana. Yo sé lo que me digo.
Y apresuradamente secó una lágrima que estaba a punto de escapársele del párpado.
Por casualidad, para disimular su emoción, alzó los ojos, brillosos por la humedad, y en el aro de la hamaca vio la máscara con los ojos vacíos y la boca hendida en una mueca. Era como si la desvergüenza humana se burlara de los caballeros y de sus sentimientos más sinceros.


Y así concluye nuestra historia. La traductora, Nadine Calder, comentó lo siguiente sobre el final, cuando le mencioné lo abrupto y anticlimático que me había parecido:
Sí, Ellen, el final no es más del gusto actual que lo eran el sentimentalismo y el lenguaje florido. Puede ayudar entender que a Moreno Cantón se le considera un naturalista, y abajo copié lo que dice Wikipedia al respecto. ¿Crees que haya lectores que se interesen lo suficiente por don Hermenegildo como para dejar comentarios? Su historia es, sin duda, representativa de un tipo. Con suerte, quienes rechacen el naturalismo de Moreno Cantón al menos podrán apreciar lo que su costumbrismo aporta a su retrato de la Mérida antigua.

Aquí puedes leer el fragmento de Nadine tomado de Wikipedia sobre el Naturalismo:
El naturalismo fue un movimiento o tendencia literaria de la década de 1880 a la de 1930 que utilizó un realismo detallado para sugerir que las condiciones sociales, la herencia y el entorno tenían una fuerza ineludible en la formación del carácter humano. Fue un movimiento literario principalmente desorganizado que buscaba retratar una realidad cotidiana creíble, a diferencia de movimientos como el Romanticismo o el Surrealismo, en los que los temas pueden recibir un tratamiento altamente simbólico, idealista o incluso sobrenatural.

Antecedentes:
El naturalismo fue una derivación del realismo literario, un movimiento literario prominente en la Francia de mediados del siglo XIX y en otros lugares. Los escritores naturalistas fueron influenciados por la teoría de la evolución de Charles Darwin. A menudo creían que la herencia y el entorno social de una persona determinaban en gran medida su carácter. Mientras que el realismo solo busca describir los temas tal como son, el naturalismo también intenta determinar “científicamente” las fuerzas subyacentes (por ejemplo, el entorno o la herencia) que influyen en las acciones de sus personajes. Las obras naturalistas suelen incluir temas toscos o sórdidos; por ejemplo, las obras de Émile Zola tenían una franqueza sobre la sexualidad junto con un pesimismo omnipresente. Thomas Hardy también puede agruparse bajo el paraguas del naturalismo, debido a su visión realista de la vida, evidente en novelas como Tess of the D'Urbervilles. Las obras naturalistas expusieron la dura y oscura realidad de la vida, incluyendo pobreza, racismo, violencia, prejuicio, enfermedad, corrupción, prostitución y suciedad. Como resultado, los escritores naturalistas fueron frecuentemente criticados por enfocarse demasiado en los vicios y la miseria humana.

Características definitorias:
El pesimismo es una de las características principales del naturalismo.
Otra característica del naturalismo literario es el desapego del relato. El autor a menudo intenta mantener un tono que se experimente como “objetivo”.
Otra característica del naturalismo es el determinismo —esencialmente lo opuesto al libre albedrío—. A menudo, un autor naturalista lleva al lector a creer que el destino de un personaje ha sido predeterminado, por lo general por factores ambientales, y que no puede hacer nada al respecto.
Otra característica común es un giro sorprendente al final de la historia.
Asimismo, suele haber en las novelas y relatos naturalistas un fuerte sentido de que la naturaleza es indiferente a la lucha humana.

Entonces, ¿qué opinas, querido lector? ¡Déjanos un comentario con tus impresiones!

Comments

  • Phyllis Boyd 10 years ago

    Having started to read the translation of this very Yucatecan story last Spring, when I returned to Toronto I sought a copy of the original Spanish text, so I could read it this coming winter while in Uaymitun. However, notwithstanding that you provided the link to the copy available for free from googlebooks, this was not available to Canadians and only after a long process involving numerous emails to the University of Texas library, Harvard Bookstore and googlebooks, I succeeded in convincing the latter to make it available to Canadians. So I can now report that for any Canadians interested in reading the Spanish-language original, it is there on googlebooks for the downloading.

    Thank you again not only for making El ultimo esfuerzo known to us, but for your wonderful website, old and new versions alike. Best wishes to you.
    Phyllis Boyd

    • Ellen 10 years ago

      Thank you, Phyllis!!

(0 to 2 comments)

Yucatan Living Newsletter

* indicates required